martes, 25 de diciembre de 2012

LAS GALERADAS... ESA EXPERIENCIA RELIGIOSA


Tenía pendiente esta entrada sobre las galeradas, otro paso fundamental y muy ilusionante antes de la publicación de un libro… Pero estuve varios días enclaustrada revisando las galeradas en cuestión, saliendo de casa lo justo y releyendo en formato de libro la historia que no había vuelto a mirar desde que mandé la versión definitiva a la editorial, porque quería distanciarme del texto para poder hacer esta lectura con ojo crítico. No en vano este paso es la última oportunidad para corregir pequeños errores, mejorar algunas frase o arreglar incongruencias, si las hay (que siempre queda alguna, todo sea dicho; aunque por suerte, el corrector de la editorial las resalta a conciencia). Después de acabar la revisión, enganché con los preparativos para organizar nuestro encuentro familiar por Navidad, es decir, discurrir los menús, hacer la lista de la compra y llenar frigorífico y despensa. Los últimos días los hemos pasado todos rodeados de jolgorio y comidas ricas. Al fin y al cabo, nos vemos poco porque vivimos muy desperdigados y hay que aprovechar.

Y por fin puedo sentarme tranquilamente a hablar sobre un trabajo que siempre hago con mucha ilusión. Para mí es toda una experiencia religiosa abrir el paquete de la editorial y ver maquetada en formato de libro la historia en la que estuve trabajando tanto tiempo. Es un placer comprobar el número de páginas que tendrá el libro (siempre son más que en formato Word) y leer por encima algunas partes de la novela con cuya escritura tanto disfruté. Esos tramos favoritos que tenemos todos los escritores desde que pensamos la sinopsis y a los que estamos deseando llegar mientras avanzamos con la novela. Una vez hecho eso, me gusta pasar las hojas y leer una frase por aquí, otra por allá…

Concluido ese primer contacto lúdico-festivo, llega el momento de pertrecharme de rotulador y Tipp-Ex, sentarme cómodamente a una mesa y repasar hoja por hoja las sugerencias del corrector. A veces me cabreo mucho conmigo misma por habérseme pasado por alto algún error tonto o alguna incongruencia boba en el manuscrito que entregué. Y es que, como ya he dicho más arriba, por más que revisemos siempre se cuela algún fallo. Por eso creo que es importante lo de distanciarnos del texto antes de emprender esta última revisión. Y, por supuesto, la labor de un buen corrector. Y me considero muy afortunada por publicar con una editora como Ana Liarás, que nos cuida tanto a los autores y a nuestros libros.

Ahora, las galeradas hace días que están de vuelta en la editorial y me espera otra experiencia de las de levitar: el momento de abrir el fichero jpg y ver por primera vez la portada, que es el atuendo con el que se moverá el libro en sociedad. Los estilistas que salen en la tele siempre resaltan que la ropa debe adaptarse a la personalidad de quien la lleva, porque de lo contrario uno se siente incómodo y fuera de lugar. Lo mismo ocurre con la portada de un libro…

Pero de eso hablaré más adelante.


martes, 20 de noviembre de 2012

TIEMPO DE ESPERA, DE ILUSION Y DE... UÑAS

¿Qué hace una escritora mientras espera a que salga su nueva novela? Pues, sobre todo, comerse las uñas de pura impaciencia. Y aparte de eso... comerse las uñas que le van quedando. Aunque, obviamente, no solo de roerse los dedos vive una servidora en estos momentos. También se dedica a documentarse a fondo para dar forma a su próxima novela. Esa historia que bulle en la cabeza y ya está deseando salir. En otra entrada hablaré largo y tendido sobre lo apasionante que puede llegar a ser el proceso de documentación.

En cierto modo, la cuenta atrás antes de la publicación de un nuevo libro se parece a un embarazo. En lugar de ecografías, vemos la portada que nos envía la editorial para nuestro libro y babeamos tan a gusto admirando las facciones de la que, al cabo de unos meses, será nuestra criatura. Y, al igual que hace una embarazada, nos preguntamos mil veces al día si el fruto de nuestro esfuerzo nacerá bien o vendrá de nalgas; si el parto derivará en complicaciones que puedan afectar a la salud de la criaturita que tantos desvelos y tantas horas de trabajo nos ha costado, la que con tanta ilusión hemos nutrido en nuestro vientre-ordenador; si esa criatura nuestra crecerá sana y robusta para hacer frente a las dificultades que siempre han acechado a los libros y ahora se han multiplicado por mil a causa de la crisis. Y nos gustaría poder tener una bola de cristal para preguntarle si quienes leerán nuestro libro en el futuro se lo pasarán tan bien como nos lo pasamos nosotros escribiéndolo; si sufrirán en los mismos trances que nosotros; si odiarán al mismo personaje que nosotros; si les conmoverán las mismas situaciones que a veces nos arrancaban alguna lagrimita en la soledad de nuestro estudio. Pero, como ocurre en un embarazo, hay que aguardar hasta el alumbramiento para conocer las respuestas a esas incógnitas. Y mientras dura la espera, conviene disfrutar cada segundo de este tiempo de ilusión, porque es único e irrepetible.

Cuando las mujeres damos a luz, en medio de la alegría muchas solemos ser conscientes, de golpe y porrazo, de que echamos de menos llevar dentro a nuestro hijo, porque cada día que pase le aproximará más a la independencia y le alejará de nosotras. Creo que con los libros ocurre lo mismo. En el instante en que salen a la calle, dejan de ser solo nuestros y les pertenecen a quienes los leen. Y que los lectores se apropien de nuestra historia y nuestros personajes es algo maravilloso y emocionante, pero también da una pizca de pena, porque nuestra novela se ha independizado y empieza a vivir por su cuenta. Y ya se sabe que a las madres nos cuesta dejar volar a nuestros hijos, incluidos los de papel.

domingo, 21 de octubre de 2012

EL EROTISMO EN LA LITERATURA


Llevo observando con satisfacción el auge que está teniendo en los últimos meses el erotismo en la literatura. Y digo satisfacción, porque creo que de un tiempo a esta parte se había impuesto cierta mojigatería que desterraba a las catacumbas de la segunda o tercera categoría todo libro que contuviera más amor o más erotismo del que se consideraba conveniente. Como si una novela no pudiera ser seria si hablaba de amores y se recreaba describiendo lo que hacen sus personajes cuando al fin pueden saborearse el uno al otro.

Nunca he sido especialmente asidua al género erótico puro, aunque tampoco hago ascos a una buena historia de las que aumentan la temperatura corporal, siempre que lo que narre no esté traído por los pelos (um, ¡qué símil tan apropiado!), que esté bien estructurada y haya sido bien escrita. Y los que han leído mis novelas saben bien que no tengo problemas a la hora de arremangarme y relatar sin tapujos lo que hacen los protagonistas cuando pasan a mayores. Porque si hay novelas en las que nos cuentan con minuciosidad un asesinato, o nos describen en detalle el aspecto putrefacto de un cadáver, o hablan de los efectos de la guerra o de una enfermedad devastadora (todo muy válido, siempre que esté bien contado), ¿por qué no se puede hablar del amor, o simplemente del placer carnal, sin que esa novela pase a ser desterrada del edén de la literatura y considerada automáticamente de inferior categoría?

Llegados a este punto, habrá quien se pregunte el por qué de semejante disertación en una mañana de domingo. Bueno, pues viene a cuento del descubrimiento que hice el otro día pesquisando en la biblioteca. Una joyita de libro erótico llamado Placer de amor, escrito por una dama llamada Anne-Marie Villefranche, presumiblemente hacia los años veinte del siglo pasado. Un conjunto de cuentos eróticos (pero que muy eróticos, diría yo) cuyo nexo de unión son los personajes, relacionados entre sí por lazos de amistad o de parentesco. Y estos personajes, todos pertenecientes a alta sociedad parisina de los años veinte, lo hacen de mil y una maneras en sitios tan glamourosos como mansiones de lujo, un transatlántico (en primera clase, of course), un tren hacia Estambul… Todo eso se describe con profusión de detalles, en cuentos muy bien estructurados, escritos con un estilo impecable y en los que suele haber alguna sorpresita final, de las que dejan al lector boquiabierto o con una sonrisilla en la boca. Una delicia.

En el prólogo del libro, escrito por la nieta de la autora y descubridora de los manuscritos, se nos cuenta que madame Villefranche, educada en el seno de una buena familia, enviudó jovencísima de su primer esposo, capitán del ejército francés caído muy poco antes de acabar la Primera Guerra Mundial. Se volvió a casar al cabo de unos años con el agregado de la embajada de Gran Bretaña en París, junto al que llevó una vida acomodada y muy viajera. Después de la muerte de la dama, acaecida en 1980, una de sus nietas (la que decidió publicar este escrito) recibió en herencia una buena suma de dinero, una pulsera de oro y un anticuado baúl cerrado a cal y canto, cuya llave venía dentro de un sobre acompañado de una carta, en la que la abuela le explicaba que ahí se hallaba su diario íntimo y que se lo legaba a ella por ser la única nieta que hablaba correctamente francés. Imagino la cara que se le quedaría a la “petite fille” cuando empezara a leer los escritos de su venerable “grand-mère”.

No sé si en las librerías tendrán alguna edición reciente de este libro. La que saqué de la biblioteca es de 1988. En cualquier caso, seguro que en más de una biblioteca dispondrán de algún ejemplar prestable de este “Placer de amor” de Anne-Marie Villefranche. Merece la pena echarle un vistazo y deleitarse con el erotismo nacido de la mente de una dama de la alta sociedad allá por los años veinte. Para mí este libro ha sido una sorpresa deliciosa y la prueba de que en literatura todo está inventado y escrito desde hace mucho tiempo.

viernes, 31 de agosto de 2012

LA RENTRÉE



Acabadas las vacaciones, se impone retomar las rutinas y reanudar los proyectos dejados en stand-by durante el relax veraniego. Ya se sabe: los meses de enero y septiembre son los de los buenos propósitos. Intenciones llenas de buena voluntad cuya vida suele ser, en la mayoría de los casos, efímera y muy desdichada. Por eso, hace mucho tiempo que no hago planes quiméricos para el comienzo de un año o el inicio de un nuevo curso. Si tengo que ponerme a dieta, lo hago cuando me lo advierten la báscula o los vaqueros (que son los indicadores más fiables del mundo). Al gimnasio y a nadar procuro ir todo el año y ya hace mucho que no caigo en la trampa de comprarme el primer fascículo de alguna colección que no me va a servir para nada. Mis planes se han vuelto muy realistas a estas alturas.

Lo mismo rige en lo literario. Si llevo una novela en marcha, vuelvo de vacaciones deseando poder sumergirme de nuevo en su escritura. Y si, como es el caso ahora, tengo una novela que va a ser publicada (¡ya queda menos!!!) y una nueva historia ya bien hilvanada en la cabeza, me pican los dedos, como a los pistoleros del Salvaje Oeste, de tantas ganas de ponerme a disparar. O sea, de reanudar la labor de documentación que inicié antes de las vacaciones, acabar el guioncito que siempre me preparo antes de empezar a redactar y, una vez hecho el trabajo previo, colocar la primera piedra. O, dicho en términos literarios: escribir el primer capítulo. Y a partir de ahí, dejaré que me invada hasta las orejas el veneno de escribir, esa droga que produce felicidad, aunque a veces también puede doler (sobre todo en las cervicales, cuando una lleva horas  y horas tecleando sin cambiar de postura). Pero lo que se siente es tan grato, y el balance tan positivo, ¡que tengo unas ganas locas de volver a ser una drogota de la escritura! Y a ello me dispongo a toda velocidad.

¡Feliz rentrée a tod@s!

lunes, 23 de julio de 2012

ESOS PERSONAJES QUE BAILAN AL SON DE SU PROPIA MÚSICA


Hay en la vida afirmaciones que a fuerza de escucharlas una y otra vez acaban sonando a tópico y terminamos por no creérnoslas, o por no tomárnoslas en serio. Hasta que vivimos en carne propia lo que tantas veces nos han dicho y nos damos cuenta de que no son cuentos chinos, sino la pura verdad. Como cuando de adolescente tenía peloteras con mi padre por causas que me parecían absurdas y él me advertía, impertérrito, que ya le comprendería cuando tuviera hijos. Y resultó que no solo entendí muchas cosas cuando fui madre, es que también llegué a decirle alguna vez a mi hijo eso de: “Ya lo entenderás cuando seas padre”.

También en esto de la escritura tomé por tópicos asuntos que a la hora de la verdad, resultó que no lo eran en absoluto. Hace tiempo, cuando leía entrevistas a mis autores favoritos y ellos (o ellas) afirmaban que sus personajes se habían ido alejando de lo que inicialmente habían pensado para ellos y habían acabado tomando su propio camino, me costaba creerles. Y pensaba: ¿cómo van a adquirir vida propia los seres ficticios que un novelista se inventa y controla? ¿Cómo no es capaz un autor de vigilar a sus propias creaciones? Pero, al igual que con otras cosas de la vida, llegó el momento en que no solo empecé a entender eso de los personajes que adquieren vida propia, sino que un buen día, también me ocurrió a mí... y me sigue ocurriendo.

Desde mi primera novela, ha habido personajes que iban para buenos y acabaron siendo seres puñeteros, comidos por las contradicciones y en ocasiones, incluso francamente bordes. Ha habido otros a los que les correspondía ser los antipáticos, o los “malos”, y algunas veces no lo eran tanto, o llegaban a sorprender con algún destello de humanidad. Y ha habido personajes nacidos con una finalidad claramente utilitaria, de puro relleno, porque me hacían falta para darle un giro a la historia, que acabaron comiéndose con patatas a los protagonistas en algunas escenas. Igual que aquellos magníficos actores secundarios de Hollywood que llegaban a robar planos a las estrellas.

También en mi nuevo libro los personajes han buscado muchas veces su propio camino, alejándose del que yo les había trazado en un principio. Y así, hay seres con alma de buenos que sucumben a accesos de crueldad, villanos deseosos de amar, secundarios que brillan con luz propia. Y yo, como sé que siempre acaban regresando, cual hijos pródigos, a la ruta que tenía pensada para ellos, les he permitido salirse del guión y vivir su propia vida por unos instantes, como Jeff Daniels cuando se escapa de la pantalla en La rosa púrpura del Cairo porque se ha enamorado de una espectadora. Y es que cuando los personajes bailan al son de la música que ellos mismos han elegido, pueden llegar a antojársenos más reales que las personas de carne y hueso que nos rodean. Y ahí está la magia de la literatura.

lunes, 25 de junio de 2012

EL TIEMPO ENTRE NOVELAS


Después de la última y exhaustiva revisión de mi nueva novela, que será publicada por Grijalbo en la primavera de 2013, he entrado de lleno en esa especie de tierra de nadie que llamo “el tiempo entre novelas”. Un período extraño, lleno de sensaciones contradictorias, que empieza con alegría por haber acabado con bien ese viaje agotador de muchos meses que supone escribir y pulir una novela, pero enseguida desemboca en una especie de vacío, precisamente por haber llegado al puerto de destino después de la travesía. Tras tanto tiempo sumergida en un mundo paralelo haciendo gozar – y también sufrir -, amarse – y también odiarse a muerte-, pelearse – y también reconciliarse – a unos personajes que suelen parecer tan reales como seres de carne y hueso, me veo arrojada de vuelta a la prosaica realidad, abocada a pasar el mono de novela como una yonqui cualquiera. Suelo combatirlo hartándome de leer todos esos libros que fui comprándome, pero no tuve tiempo ni de abrir mientras escribía. Y entretanto, voy dejando que madure en mi cabeza la siguiente historia. A veces, hay varias aspirantes a ocupar el puesto de la que ya he terminado. En ese caso les doy un tiempo para que se enfrenten entre ellas por el honor de convertirse en la siguiente novela. Porque siempre acaba imponiéndose por sí misma la historia más apetitosa, la que más fuerza tiene, la que brilla incluso en esa fase embrionaria en la que todo está por hacer.

Ahora, ya tengo una candidata a ocupar el lugar de la novela terminada. Esta vez, solo una. Vehemente y tentadora como la fruta de verano. Ya he empezado a documentarme, sin prisa pero sin pausa, para ir empapándome del universo que quiero recrear. Porque la fase de documentación es como cuando nos estudiamos las guías del país al que queremos irnos de vacaciones. Y a ese menester hay que dedicarle el tiempo y esfuerzo que necesita.

Y mientras preparo mi siguiente viaje literario, aguardo con ilusión las distintas fases que suelen acompañar a una nueva novela. Como la corrección de las galeradas, una tarea que me gusta mucho, porque ya se ve cómo quedará en formato de libro el texto que antes había visto siempre  en Word. O el descubrimiento del boceto de portada que envían desde la editorial. Abrir ese fichero jpg supone un auténtico momento de experiencia religiosa, como la de Enriquito Iglesias. Otro instante estelar es cuando llega la caja con nuestros libros y podemos tocar, oler y hasta acariciar el primer ejemplar que sacamos. Y al final, está el momentazo total en el que una ve su libro expuesto en las librerías, con su camisita y su canesú. Eso sí que es una experiencia religiosa, no la que cantaba Enriquito.

(La foto la he tomado de mediared.es)

lunes, 11 de junio de 2012

BIENVENID@S A MI NUEVO BLOG



Esto de crear un nuevo blog es como quien decide cambiarse de casa, pero antes de poder iniciar la mudanza, gasta un tiempo en pintar las paredes a su gusto, tal vez compra algunos muebles y hasta encarga cortinas o estores a medida, porque los del piso anterior ya no le sirven. Y por fin, llega el día en que los de la empresa de mudanza cargan todas sus cosas en un camión enorme y las llevan a la casa nueva que ha preparado con tanto afán.

En este caso, en lugar de decorar paredes y colgar cortinas nuevas, me he entretenido en buscarle al blog la plantilla adecuada, ponerle un fondo bonito y decorarlo con las portadas de mis novelas. Et… voilà… hoy está listo para que me traslade a él con todos mis bártulos. Eso no significa que vaya a cerrar Días de menta y canela, que me ha acompañado nada menos que desde mayo de 2007, pero el blog recuperará su función original: la de hablar de mi novela Días de menta y canela que, como los buenos hijos, me ha dado muchas alegrías en estos últimos cinco años. Hay que decir que también me dio trabajo en su día. Mucho trabajo. Horas y horas de documentarme sobre la emigración para poder apuntalar mis propios recuerdos con datos fiables. Más algún momento de ansiedad cuando el texto no me salía como yo quería y había que borrar lo escrito para reescribirlo, o revisarlo una y otra vez. Pero el balance es muy positivo. Y eso es lo que cuenta.

Ahora se perfila en el horizonte novela nueva, que será publicada por Grijalbo en la primavera de 2013. Cuando el sol vuelva a calentar con más fuerza después del invierno, cuando rebroten las hojas de los árboles, cuando florezcan los tulipanes y las alergias provoquen los primeros estornudos… entonces descubriréis un buen día mi novela en la mesa de novedades de vuestra librería favorita. Y os entrarán ganas de leerla. O eso espero…

Este nuevo libro supone mi primera incursión en la novela histórica. Ambientado en la Cuba colonial de mediados del siglo XIX, recrea la época de máximo esplendor del azúcar cubano, que supuso una inagotable fuente de riqueza para la isla y permitió a los plantadores construir fastuosas mansiones señoriales y derrochar a manos llenas en toda clase de lujos, mientras aún existía la esclavitud y desde España llegaban bergantines con las bodegas atiborradas de desposeídos que buscaban una vida mejor.

Y hasta aquí puedo leer. Si queréis saber un poquito más, podéis pinchar sobre la imagen que está encima de la portada de Días de menta y canela. Es la misma que encabeza esta entrada. Por cierto, se trata del grabado El quitrín (1853) de Federico Mialhe, un artista francés que vivió en Cuba desde 1838 a 1854 y reflejó con precisión fotográfica la vida cotidiana en la isla. Otro día explicaré qué es un quitrín. Y os iré contando curiosidades sobre ese mundo fascinante y contradictorio que fue la Cuba del siglo XIX. Ah..., también es de Mialhe el fondo que he usado para este blog: Isla de Cuba pintoresca, 1841. Es la imagen que véis a la derecha.

Por supuesto, también habrá sitio en esta casa para noticias noticiosas, posts de opinión, curiosidades, chascarrillos, música y muchas cosas más. Espero que os guste.