viernes, 31 de agosto de 2012

LA RENTRÉE



Acabadas las vacaciones, se impone retomar las rutinas y reanudar los proyectos dejados en stand-by durante el relax veraniego. Ya se sabe: los meses de enero y septiembre son los de los buenos propósitos. Intenciones llenas de buena voluntad cuya vida suele ser, en la mayoría de los casos, efímera y muy desdichada. Por eso, hace mucho tiempo que no hago planes quiméricos para el comienzo de un año o el inicio de un nuevo curso. Si tengo que ponerme a dieta, lo hago cuando me lo advierten la báscula o los vaqueros (que son los indicadores más fiables del mundo). Al gimnasio y a nadar procuro ir todo el año y ya hace mucho que no caigo en la trampa de comprarme el primer fascículo de alguna colección que no me va a servir para nada. Mis planes se han vuelto muy realistas a estas alturas.

Lo mismo rige en lo literario. Si llevo una novela en marcha, vuelvo de vacaciones deseando poder sumergirme de nuevo en su escritura. Y si, como es el caso ahora, tengo una novela que va a ser publicada (¡ya queda menos!!!) y una nueva historia ya bien hilvanada en la cabeza, me pican los dedos, como a los pistoleros del Salvaje Oeste, de tantas ganas de ponerme a disparar. O sea, de reanudar la labor de documentación que inicié antes de las vacaciones, acabar el guioncito que siempre me preparo antes de empezar a redactar y, una vez hecho el trabajo previo, colocar la primera piedra. O, dicho en términos literarios: escribir el primer capítulo. Y a partir de ahí, dejaré que me invada hasta las orejas el veneno de escribir, esa droga que produce felicidad, aunque a veces también puede doler (sobre todo en las cervicales, cuando una lleva horas  y horas tecleando sin cambiar de postura). Pero lo que se siente es tan grato, y el balance tan positivo, ¡que tengo unas ganas locas de volver a ser una drogota de la escritura! Y a ello me dispongo a toda velocidad.

¡Feliz rentrée a tod@s!