miércoles, 18 de septiembre de 2013

COLUMNA DEL 7 DE AGOSTO EN VERANO HERALDO



LA CANCIÓN DEL VERANO
¡Que no cunda el pánico! No voy a dedicar la columna de hoy a los chiringuitos y barbacoas de Georgie Dann, ni a las bombas de King África, aunque merecería un análisis el misterio de la fórmula que permite sacar cada verano una canción pegadiza combinando los mismos ingredientes y, además, venderla bien. Tan difícil es dar con la receta del éxito como descubrir la de la Coca Cola. Que se lo pregunten a cualquier creador…


Me refiero más bien a esas canciones que marcaron nuestros veranos y que, cuando las escuchamos por casualidad, nos hacen revivir por unos minutos la intensidad del primer amor, un beso salado aderezado con arena de la playa pegada a la espalda, aquellas noches en las que arreglábamos el mundo con los amigos en la terraza de un bar, o ese viaje tan especial cuyo mero recuerdo nos devuelve la alegría en horas bajas… Nuestra canción del verano tiene la virtud de evocar un tiempo que siempre nos parecerá mejor, porque la memoria lo ha depurado de aristas. Aunque también nos hace ser conscientes de cómo nos alcanzan los años. No es lo mismo recordar un baile “agarrao” mientras sonaba Europa de Santana en un tocadiscos y las chicas manteníamos al chico a raya clavándole los codos en el pecho, que evocar una noche en la Pachá contorsionándose al ritmo de música electrónica. Media un abismo entre aquel joven que escuchaba Lucía o Mediterráneo de Serrat en un radiocassette tamaño “king size” y el que carga su iPhone5 con los últimos éxitos de… ¿de quién? Nuestras neuronas están ocupadas por la banda sonora de nuestros propios estíos y no caben los futuros recuerdos de otros. Porque la verdadera canción del verano, la que no está cocinada con los ingredientes del éxito, siempre será personal e intransferible.

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